Primera Lectura
Lectura del libro de los Jueces (11,29-39a):
En aquellos días, el espíritu del Señor vino sobre Jefté, que atravesó Galaad y Manasés, pasó a Atalaya de Galaad, de allí marchó contra los amonitas, e hizo un voto al Señor: «Si entregas a los amonitas en mi poder, el primero que salga a recibirme a la puerta de mi casa, cuando vuelva victorioso de la campaña contra los amonitas, será para el Señor, y lo ofreceré en holocausto.»
Luego marchó a la guerra contra los amonitas. El Señor se los entregó; los derrotó desde Aroer hasta la entrada de Minit (veinte pueblos) y hasta Pradoviñas. Fue una gran derrota, y los amonitas quedaron sujetos a Israel. Jefté volvió a su casa de Atalaya. Y fue precisamente su hija quien salió a recibirlo, con panderos y danzas; su hija única, pues Jefté no tenía más hijos o hijas.
En cuanto la vio, se rasgó la túnica, gritando: «¡Ay, hija mía, qué desdichado soy! Tú eres mi desdicha, porque hice una promesa al Señor y no puedo volverme atrás.»
Ella le dijo: «Padre, si hiciste una promesa al Señor, cumple lo que prometiste, ya que el Señor te ha permitido vengarte de tus enemigos.»
Y le pidió a su padre: «Dame este permiso: déjame andar dos meses por los montes, llorando con mis amigas, porque quedaré virgen.»
Su padre le dijo: «Vete.»
Y la dejó marchar dos meses, y anduvo con sus amigas por los montes, llorando porque iba a quedar virgen. Acabado el plazo de los dos meses, volvió a casa, y su padre cumplió con ella el voto que había hecho.
Palabra de Dios
Salmo 39,R/. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad
Santo Evangelio según san Mateo (22,1-14):
En aquel tiempo, de nuevo tomó Jesús la palabra y habló en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: «El reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo. Mandó criados para que avisaran a los convidados a la boda, pero no quisieron ir. Volvió a mandar criados, encargándoles que les dijeran: «Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas, y todo está a punto. Venid a la boda.» Los convidados no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios; los demás les echaron mano a los criados y los maltrataron hasta matarlos. El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a sus criados: «La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos, y a todos los que encontréis, convidadlos a la boda.» Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales. Cuando el rey entró a saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo: «Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta?» El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los camareros: «Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.» Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos.»
Palabra del Señor
Compartimos:
Nada hay más exigente que el amor. Porque el amor, por su propia naturaleza, pide responder con amor. Si no, no has entendido nada. Y si lo vives, has logrado la vida.
Así pasaba en tiempo de Jesús. El Evangelio nos habla de la alianza que Dios quiere hacer con su pueblo, simbolizada en una boda; y de cómo muchas veces el pueblo rechazó esa alianza, apartándose de Dios. En los mismos tiempos de Jesús, algunos le aceptan, pero muchos le rechazan… Incomprensiblemente, no quieren participar de esa fiesta. Pero no por ello Dios rompe su alianza, sino que la abre más allá del pueblo elegido, a todos los pueblos de la tierra: los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. Porque el amor de Dios es gratuito. Y cuando se acepta, es capaz de cambiar el corazón. Pero una vez que se entra en la lógica de la alianza, no vale cualquier tipo de respuesta. Hay que “vestirse de fiesta”, es decir, responder al amor con amor. Amor auténtico, gratuito y generoso.
Así pasa en nuestro tiempo: muchas veces vivimos entretenidos con tantas cosas, sin atender a lo único importante, el amor. El amor que Dios nos da gratuitamente, para acogerlo, revestirnos de él, y llevarlo a los demás. Todo lo demás, es relativo.
Dios no va a dejar de amarnos porque no le correspondamos. El problema es para nosotros, que nos perdemos lo más grande de la vida. Porque el amor pide responder con amor. Y un amor de calidad. Si no lo vives, quedas fuera de la fiesta. Si lo empiezas a vivir, comienzas a lograr la vida.
Gracias, Señor, por tu amor gratuito, generoso, desinteresado.
Que viva abierto a ese amor, como María.
Que no me entretenga con lo superfluo
y que me centre en lo importante:
vivir de tu amor, para poder amar, de verdad, a mis prójimos.
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