sábado, 5 de julio de 2025

Sábado de la XIII Semana del Tiempo Ordinario

Primera Lectura

Lectura de la profecía de Amós (3,1-8;4,11-12):

Escuchad esta palabra que dice el Señor, hijos de Israel, a todas las familias que saqué de Egipto:

«A vosotros solos os escogí, entre todas las familias de la tierra; por eso os tomaré cuentas por vuestros pecados. ¿Caminan juntos dos que no se conocen? ¿Ruge el león en la espesura sin tener presa? ¿Alza su voz el cachorro en la guarida sin haber cazado? ¿Cae el pájaro por tierra si no hay una trampa? ¿Salta la trampa del suelo sin haber atrapado? ¿Suena la trompeta en la ciudad sin que el pueblo se alarme? ¿Sucede una desgracia en la ciudad que no la mande el Señor? Que no hará cosa el Señor sin revelar su plan a sus siervos, los profetas. Ruge el león, ¿quién no teme? Habla el Señor, ¿quién no profetiza? Os envié una catástrofe como la de Sodoma y Gomorra, y fuisteis como tizón salvado del incendio, pero no os convertisteis a mí –oráculo del Señor–. Por eso, así te voy a tratar, Israel, y, porque así te voy a tratar, prepárate a encararte con tu Dios.»

Palabra de Dios


Salmo 5,R/. Señor, guíame con tu justicia


Santo Evangelio según san Mateo (8,23-27):

En aquel tiempo, subió Jesús a la barca, y sus discípulos lo siguieron. De pronto, se levantó un temporal tan fuerte que la barca desaparecía entre las olas; él dormía.

Se acercaron los discípulos y lo despertaron, gritándole: «¡Señor, sálvanos, que nos hundimos!»

Él les dijo: «¡Cobardes! ¡Qué poca fe!»

Se puso en pie, increpó a los vientos y al lago, y vino una gran calma.

Ellos se preguntaban admirados: «¿Quién es éste? ¡Hasta el viento y el agua le obedecen!»

Palabra del Señor


Compartimos:

Los comentaristas suelen detenerse más en el primer ejemplo. Parece más fuerte el espectáculo de un odre reventado que el de un manto echado a perder y, total, los dos ejemplos dicen lo mismo…


No estoy tan segura. Está muy claro que un odre viejo no puede contener vino nuevo y que para recibir el mensaje de salvación de Jesucristo tenemos que convertirnos. Radicalmente, como en la conversación con Nicodemo: hay que nacer de nuevo por el Espíritu. Esto, creo, entusiasma a muchos: es revolucionario, supone un cambio radical, deja atrás prácticas anquilosadas, rigideces absurdas, miedo a la novedad, inmovilismos… No sé si somos conscientes de que esa conversión radical no es exactamente un acto de voluntad humana (cuyo concurso es necesario, por supuesto) sino  un don del Espíritu Santo. Don que hay que pedir humilde y perseverantemente.


El ejemplo del lienzo nuevo en manto usado aporta un matiz distinto: es lo nuevo lo que, de algún modo, tiene que procurar alguna semejanza con lo antiguo, hay que remojarlo antes para que al coserlo no tire del tejido gastado y lo rasgue. Tengo la impresión que Jesús puso este segundo ejemplo para que los que se resisten (en buena medida nos pasa a todos) a esa conversión radical por miedo a perder lo que nos parece una riqueza, abandonemos todo temor y pidamos sinceramente que el Señor envíe su Espíritu y nos haga odres nuevos.

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