martes, 8 de abril de 2025

Evangelio del Martes Santo

Primera Lectura

Lectura del libro de Isaías (49,1-6):

Escuchadme, islas; atended, pueblos lejanos:

El Señor me llamó desde el vientre materno, de las entrañas de mi madre, y pronunció mi nombre. Hizo de mi boca una espada afilada, me escondió en la sombra de su mano; me hizo flecha bruñida, me guardó en su aljaba y me dijo:

– «Tú eres mi siervo, Israel, por medio de ti me glorificaré».

Y yo pensaba: «En vano me he cansado, en viento y en nada he gastado mis fuerzas». En realidad el Señor defendía mi causa, mi recompensa la custodiaba Dios. Y ahora dice el Señor,el que me formó desde el vientre como siervo suyo, para que le devolvise a Jacob, para que le reuniera a Israel; he sido glorificado a los ojos de Dios. Y mi Dios era mi fuerza:

– «Es poco que seas mi siervo para restablecer las tribus de Jacob y traer de vuelta a los supervivientes de Israel. Te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra».

Palabra de Dios


Salmo 70,R/. Mi boca contará tu salvación, Señor


 Santo Evangelio según san Juan (13,21-33.36-38):

En aquel tiempo, estando Jesús a la mesa con sus discípulos, se turbó en su espíritu y dio testimonio diciendo:

– «En verdad, en verdad os digo: uno de vosotros me va a entregar».

Los discípulos se miraron unos a otros perplejos, por no saber de quién lo decía.

Uno de ellos, el que Jesús amaba, estaba reclinado a la mesa en el seno de Jesús. Simón Pedro le hizo señas para que averiguase por quién lo decía.

Entonces él, apoyándose en el pecho de Jesús, le preguntó:

– «Señor, ¿quién es?».

Le contestó Jesús:

– «Aquel a quien yo le dé este trozo de pan untado».

Y, untando el pan, se lo dio a Judas, hijo de Simón el Iscariote.

Detrás del pan, entró en él Satanás. Entonces Jesús le dijo:

– «Lo que vas hacer, hazlo pronto».

Ninguno de los comensales entendió a qué se refería. Como Judas guardaba la bolsa, algunos suponían que Jesús le encargaba comprar lo necesario para la fiesta o dar algo a los pobres. Judas, después de tomar el pan, salió inmediatamente. Era de noche.

Cuando salió, dijo Jesús:

– «Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará. Hijitos, me queda poco de estar con vosotros. Me busca¬réis, pero lo que dije a los judíos os lo digo ahora a vosotros:

«Donde yo voy, vosotros no podéis ir»»

Simón Pedro le dijo:

– «Señor, ¿a dónde vas?».

Jesús le respondió:

– «Adonde yo voy no me puedes seguir ahora, me seguirás más tarde».

Pedro replicó:

– «Señor, ¿por qué no puedo seguirte ahora? Daré mi vida por ti».

Jesús le contestó:

– «¿Con que darás tu vida por mí? En verdad, en verdad te digo: no cantará el gallo antes de que me hayas negado tres veces».

Palabra del Señor

Compartimos:

En la escena de hoy nos quedamos con la pregunta, ¿a dónde va Judas? Lo sabemos por el resto de la historia, pero en este momento va a hacer pronto lo que tiene que hacer, según el encargo de Jesús.


El otro misterio es a dónde va Jesús. Y resulta que los dos misterios están total e íntimamente relacionados. La traición de Judas llevará a Jesús a su Pasión, muerte y resurrección, y por tanto, a la salvación del mundo. El misterio no está tanto en a dónde van uno y otro, cuanto en el cómo una traición puede llevar a la salvación. Resulta difícil de comprender.


Otra pregunta que queda en el aire es “¿soy yo, Señor?”, el que va a traicionar. Esa es la verdadera pregunta que nos queda. ¿Seré yo quien traicione? ¿Seré yo quien me venda por unas monedas de plata? En el fondo, no hay misterio ni pregunta en eso para nosotros. La espada de doble filo de Cristo ya nos ha acusado aunque no lo hayamos reconocido. Preguntamos con la casi seguridad de la respuesta, con el temor de haber ya perpetrado la traición. ¿Cuáles son nuestras treinta monedas de plata? ¿Será el tratar de quedar bien con otros y no confesar la verdad?; ¿Será hacer un juicio injusto y quedarnos satisfechos de ser “los buenos”?; ¿Será el buscar la propia comodidad y no sacrificar tiempo o recursos por otros? ¿Será mentir para ocultar una falta? ¿Será aprovecharse del trabajo de otros y asumir el mérito? Nuestra “plata” puede resultar cómoda y ventajosa en cierto momento. Pero se hace en la oscuridad de la noche… Y quien paga el verdadero precio es el Cristo y su Cruz.


Sabemos, en el fondo, que no hay misterio, por más que tratemos de convencernos a nosotros mismos. No hay misterio, pero sí mucha oscuridad. La traición ocurre con nocturnidad y alevosía, confesada o no. Los discípulos pensaron que quizá Judas iba a dar una limosna a los pobres. Nosotros conocemos la verdad, aunque tratemos de justificarnos. Jesús se lo revela a Pedro, quien no quiere creerlo. Y a nosotros también.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.