viernes, 1 de noviembre de 2024

ÁNGELUS DEL PAPA FRANCISCO. SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS

Plaza de San Pedro

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días y feliz fiesta!

Hoy, solemnidad de Todos los Santos, en el Evangelio (cf. Mt 5,1-12) Jesús proclama el carné de identidad del cristiano. ¿Y cuál es el carné de identidad del cristiano? Las bienaventuranzas. Es nuestro carné de identidad, y también el camino hacia la santidad (cf. Exhortación apostólica Gaudete et exsultate, 63). Jesús nos muestra un camino, el camino del amor, que Él mismo recorrió primero haciéndose hombre, y que para nosotros es a la vez don de Dios y respuesta nuestra. Don y respuesta.


Es don de Dios, porque, como dice san Pablo, es Él quien santifica (cf. 1 Co 6,11). Y por eso es ante todo al Señor a quien pedimos que nos santifique, que haga nuestro corazón semejante al suyo (cf. Carta Encíclica Dilexit nos, 168). Con su gracia nos sana y nos libera de todo lo que nos impide amar como Él nos ama (cf. Jn 13, 34), para que en nosotros, como decía el Beato Carlo Acutis, haya siempre «menos de mí para dejar espacio a Dios».


Y esto nos lleva al segundo punto: nuestra respuesta. En efecto, el Padre celestial nos ofrece su santidad, pero no nos la impone. La siembra en nosotros, nos hace gustarla y ver su belleza, pero luego espera nuestra respuesta. Nos deja que sigamos sus buenas inspiraciones, que nos dejemos implicar en sus proyectos, que hagamos nuestros sus sentimientos (cf. Dilexit nos, 179), poniéndonos, como Él nos enseñó, al servicio de los demás, con una caridad cada vez más universal, abierta y dirigida a todos, al mundo entero.


Todo esto lo vemos en la vida de los santos, incluso en nuestro tiempo. Pensemos, por ejemplo, en san Maximiliano Kolbe, que en Auschwitz pidió ocupar el lugar de un padre de familia condenado a muerte; o en santa Teresa de Calcuta, que gastó su existencia al servicio de los más pobres entre los pobres; o en el obispo san Óscar Romero, asesinado en el altar por haber defendido los derechos de los últimos contra los abusos de los prepotentes. Y así podemos hacer la lista de tantos santos, tantos: los que veneramos en los altares y otros, a los que me gusta llamar los santos «de al lado», los de todos los días, los ocultos, los que llevan su vida cristiana cotidiana. Hermanos y hermanas, ¡cuánta santidad escondida hay en la Iglesia! Reconocemos a tantos hermanos y hermanas modelados por las Bienaventuranzas: pobres, mansos, misericordiosos, hambrientos y sedientos de justicia, artífices de paz. Son personas «llenas de Dios», incapaces de permanecer indiferentes ante las necesidades del prójimo; son testigos de caminos luminosos, que también son posibles para nosotros.


Preguntémonos ahora: ¿le pido a Dios, en la oración, el don de una vida santa? ¿Me dejo guiar por los buenos impulsos que su Espíritu suscita en mí? ¿Y me comprometo personalmente a practicar las Bienaventuranzas del Evangelio, en los ambientes en los que vivo?


Que María, Reina de todos los Santos, nos ayude a hacer de nuestra vida un camino de santidad.


Queridos hermanos y hermanas


Expreso mi cercanía al pueblo del Chad, en particular a las familias de las víctimas del grave atentado terrorista de hace unos días, así como a los afectados por las inundaciones. Y a propósito de estas catástrofes medioambientales, recemos por los pueblos de la Península Ibérica, especialmente por la Comunidad Valenciana, abrumada por el temporal «DANA»: por los fallecidos y sus seres queridos, y por todas las familias damnificadas. Que el Señor sostenga a los que sufren y a los que llevan socorro. Nuestro pésame al pueblo valenciano.


Saludo con afecto a todos ustedes, peregrinos de los diversos países, familias, grupos parroquiales, asociaciones y grupos escolares. En particular a los fieles de Rignac (Francia).


Y saludo a los participantes en la «Carrera de los Santos», organizada por la Fundación Misiones Don Bosco. Queridos amigos, también este año nos recuerdan que la vida cristiana es una carrera, pero no como corre el mundo, ¡no! Es la carrera de un corazón que ama. Y gracias por su apoyo a la construcción de un centro deportivo en Ucrania.


Rezamos por la martirizada Ucrania, rezamos por Palestina, Israel, Líbano, Myanmar, Sudán, y por todos los pueblos que sufren a causa de las guerras. Hermanos y hermanas, la guerra es siempre una derrota, ¡siempre! Y es despreciable, porque es el triunfo de la mentira, de la falsedad: se busca el mayor interés para uno mismo y el mayor daño para el adversario, pisoteando las vidas humanas, el medio ambiente, las infraestructuras, todo; y todo disfrazado con mentiras. ¡Y los inocentes sufren! Pienso en las 153 mujeres y niños masacrados en Gaza en los últimos días.


Mañana será la conmemoración anual de todos los fieles difuntos. Los que pueden estos días van a rezar a la tumba de sus seres queridos. Yo también iré mañana por la mañana a celebrar la Misa en el cementerio Laurentino de Roma. No lo olvidemos: la Eucaristía es la oración más grande y eficaz por las almas de los difuntos.


Deseo a todos una buena fiesta en compañía de los santos. Los saludo a todos, ¡saludo a los chicos de la Inmaculada que son buenos! Y, por favor, no se olviden de rezar por mí. ¡Que tengáis una buena fiesta! Buen almuerzo y hasta luego.

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