lunes, 28 de octubre de 2024

Santos Simón y Judas, apóstoles

Primera Lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios (2,19-22):

Ya no sois extranjeros ni forasteros, sino que sois ciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios. Estáis edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, y el mismo Cristo Jesús es la piedra angular. Por él todo el edificio queda ensamblado, y se va levantando hasta formar un templo consagrado al Señor. Por él también vosotros os vais integrando en la construcción, para ser morada de Dios, por el Espíritu.

Palabra de Dios

Salmo 18,R/. A toda la tierra alcanza su pregón

Santo Evangelio según san Lucas (6,12-19):

En aquel tiempo, subió Jesús a la montaña a orar, y pasó la noche orando a Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, escogió a doce de ellos y los nombró apóstoles: Simón, al que puso de nombre Pedro, y Andrés, su hermano, Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago Alfeo, Simón, apodado el Celotes, Judas el de Santiago y Judas Iscariote, que fue el traidor. Bajó del monte con ellos y se paró en un llano, con un grupo grande de discípulos y de pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón. Venían a oírlo y a que los curara de sus enfermedades; los atormentados por espíritus inmundos quedaban curados, y la gente trataba de tocarlo, porque salía de él una fuerza que los curaba a todos.

Palabra del Señor

Comentario

Hoy hablamos de casas. O, más bien, de casa, en singular. La palabra casa en hebreo (beyt), tiene una significación mucho mayor que un simple edificio. Es familia extensa (la casa de Israel, “toda su casa””, es vida (Betesda: casa del agua; Belén: casa de pan), es pueblo. Cuando Cornelio y “toda su casa” se convierten al cristianismo, no es una pura imposición del padre de familia; la identidad personal es parte de la identidad como pueblo. La fe personal profesada se hace en el seno de una familia, y no aisladamente.  Cuando Pablo dice a los efesios que “ya no son extranjeros”, no es únicamente para darles carta de ciudadanía, sino que reconoce su pertenencia a la familia, a la casa, su identidad. E incluso va más allá: somos la casa de Dios, edificada, ensamblada, piedra sobre piedra viva. Vamos agregándonos, insertándonos en Cristo, piedra angular de todo el edificio. “Ya no son extranjeros” no sería entonces solamente un alegato en favor de los inmigrantes. Es algo mucho más profundo: es más bien una llamada a ser parte del edificio, hogar, familia, vida, casa, pueblo, No ser extranjero es ser parte de la familia: ser casa, ser pueblo. Y eso tiene consecuencias para toda la vida. Vivir ahora como piedra viva es ser fiel a la noticia de salvación de Cristo; es seguimiento y discipulado. Es permanencia en esa vida y ese pan.


Por eso, la llamada de Jesús a los doce es mucho más que una anécdota de “seguimiento”. Es un cambio total de identidad. Esos doce (incluido el que lo traicionaría, que negó su propio ser) son ahora otra cosa: son parte de esta “casa”. Y son parte importantísima: son los doce de la casa de Israel; son las columnas de esta casa. Por eso la traición de Judas supone una herida terrible, no solo para el propio Judas, sino para toda la casa. Una herida terrible que habrá que reparar inmediatamente después de la muerte de Jesús. La casa tiene que estar completa: con sus doce columnas apostólicas y con todas sus piedras vivas. No somos extranjeros.

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