jueves, 15 de agosto de 2024

La Asunción de la Bienaventurada Virgen María

Lectura del libro del Apocalipsis (11,19a;12,1.3-6a.10ab):

Se abrió en el cielo el santuario de Dios y en su santuario apareció el arca de su alianza. Después apareció una figura portentosa en el cielo: Una mujer vestida de sol, la luna por pedestal, coronada con doce estrellas. Apareció otra señal en el cielo: Un enorme dragón rojo, con siete cabezas y diez cuernos y siete diademas en las cabezas. Con la cola barrió del cielo un tercio de las estrellas, arrojándolas a la tierra. El dragón estaba enfrente de la mujer que iba a dar a luz, dispuesto a tragarse el niño en cuanto naciera. Dio a luz un varón, destinado a gobernar con vara de hierro a los pueblos. Arrebataron al niño y lo llevaron junto al trono de Dios. La mujer huyó al desierto, donde tiene un lugar reservado por Dios.

Se oyó una gran voz en el cielo: «Ahora se estableció la salud y el poderío, y el reinado de nuestro Dios, y la potestad de su Cristo.»

Palabra de Dios

Salmo 44,R/. De pie a tu derecha está la reina, enjoyada con oro de Ofir

Segunda Lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (15,20-27a):

Cristo resucitó de entre los muertos: el primero de todos. Si por un hombre vino la muerte, por un hombre ha venido la resurrección. Si por Adán murieron todos, por Cristo todos volverán a la vida. Pero cada uno en su puesto: primero Cristo, como primicia; después, cuando él vuelva, todos los que son de Cristo; después los últimos, cuando Cristo devuelva a Dios Padre su reino, una vez aniquilado todo principado, poder y fuerza. Cristo tiene que reinar hasta que Dios haga de sus enemigos estrado de sus pies. El último enemigo aniquilado será la muerte. Porque Dios ha sometido todo bajo sus pies.

Palabra de Dios

Santo Evangelio según san Lucas (1,39-56):

En aquellos días, Maria se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de Maria, saltó la criatura en su vientre.

Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.»

María dijo: «Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia –como lo había prometido a nuestros padres– en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.»

María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa.

Palabra del Señor

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En la mitad de agosto, la Iglesia Católica celebra la fiesta de la Asunción de la Virgen María. Oficialmente desde la proclamación de este misterio como dogma en 1950, aunque la tradición y la fe de los cristianos atestiguan que el hecho ya era celebrado en el s.IV. Las imágenes de la Asunción se han venerado en nuestras iglesias desde hace siglos.


Toda la Liturgia de este día rebosa de gozo. No solo nos alegramos por el enaltecimiento de  la Madre de Jesús, sino porque Ella, en su Asunción, nos reafirma en la fe que profesamos  en nuestra propia resurrección de la carne, como recitamos en el Credo.


María se nos muestra también como arquetipo de la Iglesia cuerpo de Cristo, vencedora del mal y de la muerte en la imagen prodigiosa del texto del Apocalipsis, repleta de símbolos: “Apareció en el cielo una señal grande…”.


En la Europa que en nuestros días sufre un proceso de descristianización acelerado, pocos conocen qué significan las doce estrellas de la bandera de la Unión Europea. Arsène Heitz, quien diseñó junto a otros la bandera europea en 1955, dijo que su inspiración había sido la referencia a la corona de doce estrellas, del Apocalipsis. Era un católico fervoroso que pertenecía a la Orden de la Medalla Milagrosa. La mayoría de los fundadores de la Unión Europea, Konrad Adenauer, Jacques Delors, Alcide de Gasperi y Robert Schuman, también eran católicos devotos. Puede que hoy sea un buen día para pedir el amparo de Nuestra Señora sobre esta Europa desquiciada.


El Evangelio de Lucas nos presenta el bellísimo cántico del Magníficat. Repetirlo una vez más pidiendo la gracia de comprenderlo es un asentimiento a los misteriosos caminos de Dios que ensalza a los humildes, rebaja a los poderosos y alienta nuestra fe. Es un quitamiedos eficaz cuando observamos el avance del mal en todas sus manifestaciones y nos asusta y desafía nuestra esperanza. Confiemos en Dios. La Iglesia, aunque tal vez retirada al desierto, sigue celebrando esta hermosa fiesta, especialmente en España que festeja a María como patrona en tantas poblaciones. Que la alegría del Señor sea nuestra fuerza.

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