sábado, 22 de junio de 2024

Sábado de la XI Semana del Tiempo Ordinario.

Primera Lectura

Lectura del segundo libro de las Crónicas (24,17-25):

Cuando murió Yehoyadá, las autoridades de Judá fueron a rendir homenaje al rey, y éste siguió sus consejos; olvidando el templo del Señor, Dios de sus padres, dieron culto a las estelas y a los ídolos. Este pecado desencadenó la cólera de Dios contra Judá y Jerusalén. Les envió profetas para convertirlos, pero no hicieron caso de sus amonestaciones.

Entonces el espíritu de Dios se apoderó de Zacarías, hijo del sacerdote Yehoyadá, que se presentó ante el pueblo y le dijo: «Así dice Dios: ¿Por qué quebrantáis los preceptos del Señor? Vais a la ruina. Habéis abandonado al Señor, y él os abandona.»

Pero conspiraron contra él y lo lapidaron en el atrio del templo por orden del rey. El rey Joás, sin tener en cuenta los beneficios recibidos de Yehoyadá, mató a su hijo, que murió diciendo: «¡Que el Señor juzgue y sentencie!»

Al cabo de un año, un ejército de Siria se dirigió contra Joás, penetró en Judá, hasta Jerusalén, mató a todos los jefes del pueblo y envió todo el botín al rey de Damasco. El ejército de Siria era reducido, pero el Señor le entregó un ejército enorme, porque el pueblo había abandonado al Señor, Dios de sus padres. Así se vengaron de Joás. Al retirarse los sirios, dejándolo gravemente herido, sus cortesanos conspiraron contra él para vengar al hijo del sacerdote Yehoyadá. Lo asesinaron en la cama y murió. Lo enterraron en la Ciudad de David, pero no le dieron sepultura en las tumbas de los reyes.

Palabra de Dios

Salmo 88,R/. Le mantendré eternamente mi favor

 Santo Evangelio según san Mateo (6,24-34):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Nadie puede estar al servicio de dos amos. Porque despreciará a uno y querrá al otro; o, al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero. Por eso os digo: No estéis agobiados por la vida, pensando qué vais a comer o beber, ni por el cuerpo, pensando con qué os vais a vestir. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo que el vestido? Mirad a los pájaros: ni siembran, ni siegan, ni almacenan y, sin embargo, vuestro Padre celestial los alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellos? ¿Quién de vosotros, a fuerza de agobiarse, podrá añadir una hora al tiempo de su vida? ¿Por qué os agobiáis por el vestido? Fijaos cómo crecen los lirios del campo: ni trabajan ni hilan. Y os digo que ni Salomón, en todo su fasto, estaba vestido como uno de ellos. Pues, si a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se quema en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más por vosotros, gente de poca fe? No andéis agobiados, pensando qué vais a comer, o qué vais a beber, o con qué os vais a vestir. Los gentiles se afanan por esas cosas. Ya sabe vuestro Padre del cielo que tenéis necesidad de todo eso. Sobre todo buscad el reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura. Por tanto, no os agobiéis por el mañana, porque el mañana traerá su propio agobio. A cada día le bastan sus disgustos.»

Palabra del Señor

Compartimos:

Jesús sigue hoy dándonos sus enseñanzas como los días anteriores: cómo debemos vivir los seguidores suyos y qué valores deben regir nuestra vida. Dos frases cortas y densas resumen dos actitudes fundamentales: “No podéis servir a dos señores” y “No estéis agobiados por vuestra vida”.


No se puede servir a dos amos a la vez: Dios y las riquezas. Nadie puede entregar el corazón a Dios y luego buscar afanosamente las cosas del mundo. Nadie puede andar dividido por la vida. En un corazón poseído por la riqueza no hay más espacio para la fe, para Dios. Si la riqueza (las cosas del mundo) ocupa tu corazón, tu mente y tus preocupaciones, Dios no tiene lugar en ti, más bien estorba porque su presencia es un aguijón que no te deja vivir en paz. Quien sirve al dinero, vive para el dinero (acumular, tener más y más, invertir, acciones, negocios cada vez más lucrativos…), lo demás no cuenta ni importa. Quien vive para el mundo, se preocupa de las cosas del mundo y vive para ellas (bienestar, disfrutar, gozar, tener buena casa y buen coche, vacaciones, viajes…) e invierte su tiempo en todas esas cosas. Y anda agobiado y preocupado por todo eso.


Por otra parte quien ha decidido servir a Dios vive su vida confiado en la Providencia del Padre del cielo que cuida de los lirios, de las aves, de los pájaros… Sabe que Dios nos sostiene amorosamente y que no nos va a faltar lo necesario para una vida digna, porque Él no se olvida de ninguno de sus hijos ya que nos conoce por nuestro nombre y apellido, y Él nos ama con un amor entrañable como Padre bueno que es.


Esta confianza total en Dios no quiere decir que no debamos trabajar para ganarnos el pan de cada día sino que no nos agobiamos, ya que el Padre del cielo se preocupa por cada ser humano que ha creado. Es decir “Dios pone casi todo y tú pones tu casi nada; pero Dios no pone su casi todo si tú no pones tu casi nada”.


Esta confianza en la Providencia del Padre Dios no quiere decir que no nos debamos preocupar por las cosas de la vida (los hijos, los estudios de los hijos, los padres, las carreras, las finanzas, la salud…). Todo esto es el día a día de nuestra vida y el cristiano debe afrontarlo con responsabilidad y tranquilidad, con sentido de la proporción ya que debemos preocuparnos más por lo más importante y menos por lo menos importante. De ahí que diga Jesús: “Buscad primero el Reino de Dios y su justicia, y lo demás se os dará por añadidura”. La preocupación del que ha decidido servir a Dios es hacer su voluntad que se manifiesta en la escucha de la Palabra de Dios y en cada circunstancia de la vida y en los acontecimientos ordinarios y extraordinarios. Esto es lo verdaderamente importante para el discípulo de Jesús, pues así lo enseñó y practicó durante toda su vida.

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