Primera Lectura
Lectura del libro de Jeremías (31, 31-34):
Ya llegan días – oráculo del Señor – en que haré con la casa de Israel y la casa de Judá una alianza nueva. No será un alianza como la que hice con sus padres, cuando los tomé de la mano para sacarlos de Egipto, pues quebrantaron mi alianza, aunque yo era su Señor – oráculo del Señor -.
Esta será la alianza que haré con ellos después de aquellos días – oráculo del Señor – : Pondré mi ley en su interior y la escribiré en sus corazones; yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Y no tendrán que enseñarse unos a otros diciendo:
«Conoced al Señor», pues todos me conocerán, desde el más pequeño al mayor – oráculo del Señor -, cuando perdone su culpa y no recuerde ya sus pecados.
Palabra de Dios
Salmo:109, R. Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec.
Santo Evangelio según san Marcos (14, 12a. 22-25):
El primer día de los Ácimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, mientras comían, Jesús tomó pan, y pronunciando la bendición, lo partió y se lo dio diciendo:
«Tomad, esto es mi cuerpo». Después tomó el cáliz, pronunció la acción de gracias, se lo dio y todos bebieron. Y les dijo:
«Esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos. En verdad os digo que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el reino de Dios».
Palabra del Señor
Compartimos:
El primer jueves siguiente a la celebración de la Solemnidad de Pentecostés se celebra la festividad de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote, tanto en España, como en algunos otros países, aunque aún no está elevada aún a festividad universal. La fiesta de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote, fue introducida en España en 1973.
Las dos primeras lecturas que se ofrecen para elegir nos recuerdan que Dios es fiel, y cumple siempre su alianza. Tanto Jeremías como el autor de la Carta a los Hebreos insisten en ello. Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. La cercanía al Señor, insuflada desde pequeñitos, para que no haya nunca distancia entre el hombre y Dios. Además, el segundo texto nos recuerda que no me acordaré ya de sus pecados ni de sus crímenes. Con la Ley en el corazón, cumpliéndola siempre, y acogiéndonos a su misericordia, cuando algo va mal. Que para eso Jesús es el Sumo Sacerdote, mediador entre Dios y nosotros, sus hermanos.
La mejor señal de esa Alianza es la vida del mismo Jesús. Y, sobre todo, el sacramento de la Eucaristía. El pan y el vino, convertido en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, la nueva y definitiva Alianza. Recibir ese Cuerpo y esa Sangre es la mejor manera de incorporarse a esa nueva Alianza. Lo podemos hacer cada día, para renovar esa Alianza a la que estamos invitados desde siempre.
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