lunes, 30 de octubre de 2023

Lunes de la 30ª semana del Tiempo Ordinario

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (8,12-17):

Estamos en deuda, pero no con la carne para vivir carnalmente. Pues si vivís según la carne, vais a la muerte; pero si con el Espíritu dais muerte a las obras del cuerpo, viviréis. Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, ésos son hijos de Dios. Habéis recibido, no un espíritu de esclavitud, para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace gritar: «¡Abba!» (Padre). Ese Espíritu y nuestro espíritu dan un testimonio concorde: que somos hijos de Dios; y, si somos hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, ya que sufrimos con él para ser también con él glorificados.

Palabra de Dios

Salmo 67,R/. Nuestro Dios es un Dios que salva

 Santo Evangelio según san Lucas (13,10-17):

Un sábado, enseñaba Jesús en una sinagoga. Había una mujer que desde hacía dieciocho años estaba enferma por causa de un espíritu, y andaba encorvada, sin poderse enderezar.

Al verla, Jesús la llamó y le dijo: «Mujer, quedas libre de tu enfermedad.» Le impuso las manos, y en seguida se puso derecha. Y glorificaba a Dios.

Pero el jefe de la sinagoga, indignado porque Jesús había curado en sábado, dijo a la gente: «Seis días tenéis para trabajar; venid esos días a que os curen, y no los sábados.»

Pero el Señor, dirigiéndose a él, dijo: «Hipócritas: cualquiera de vosotros, ¿no desata del pesebre al buey o al burro y lo lleva a abrevar, aunque sea sábado? Y a ésta, que es hija de Abrahán, y que Satanás ha tenido atada dieciocho años, ¿no había que soltarla en sábado?»

A estas palabras, sus enemigos quedaron abochornados, y toda la gente se alegraba de los milagros que hacía.

Palabra del Señor

Compartimos:

El miedo paraliza. Es una experiencia común. Atenaza, enmudece, encoge el corazón. Pero es que el miedo es muy razonable ante las cosas que a menudo nos rodean: miedo al futuro; incertidumbre económica, inestabilidad social y política… ¿Quién nos puede reprochar tener miedo?

Y luego, tenemos también miedo al abandono de amistades y familiares si es que nos atrevemos a expresar una postura contraria… Tememos al “qué dirán”, a la crítica, al insulto.

En cierto modo, como la mujer del evangelio de hoy, estamos atados y bien atados. Y quizá por más de 18 años. Y no es solo cuestión de un nudo fácil de desatar. Se trata de lazos fuertísimos, que se ataron hace tanto tiempo que ahora no se desatan fácilmente: sólo se pueden cortar a cuchillo. O, incluso si solo fueran sean hilos y no cuerdas, como diría santa Teresa, no nos dejan volar.

La primera lectura de hoy nos dice que no se nos ha dado un espíritu de temor. Es decir, que hace ya tiempo que, por la vida, muerte y resurrección de Cristo, estamos desatados. Se nos ha dado un espíritu de fortaleza y amor. Falta nos hace en este mundo.

Estar desatados seguramente no significa que no haya dudas, incertidumbres y dolores de cabeza. Más bien significa que se nos ha dado tener una confianza radical. La confianza radical significa saber que otras manos, otros labios, otras fuerzas, dirigen las nuestras. Los brazos, los labios y las fuerzas de Aquel que nos alcanzó la libertad total. Son los que, a pesar de todos los pesares, nos hacen levantarnos una y otra y otra vez y ser libres.

La libertad no significa en realidad que los temores se ahuyenten, sino que se pueden atar. Los lazos serán ahora cautivos de esa libertad alcanzada con la confianza radical. Tampoco significa una imprudencia “desenfrenada” que no mira límites y se lanza a cualquier cosa sin pensar. Ni significa una descarada expresión de todo lo que se nos pasa por la cabeza, o de lo último que ha llamado la atención a nuestra sentimentalidad. Es, más bien, una libertad que mira de frente a la realidad, reconoce límites y peligros y, decididamente, ejerce una confianza radical e ilimitada. Es la libertad de andar enderezado, con la cabeza alta, con la dignidad de los coherederos de Cristo; con el temor bajo los pies, atado y bien atado, por el Señor que hace maravillas.

¿Qué ataduras sientes en este momento? ¿Qué temores? ¿Escuchas la palabra que te invita a enderezarte, a dominar esos temores? ¿En qué momentos has sentido la liberación? 

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