sábado, 29 de mayo de 2021

Preguntamos a Sor María Pilar

 Hna. ¿Que nos diría en esta época de pandemia?

-. Que es necesario tomar conciencia y responsabilidad para ser más reflexivos. A todos los creyentes les invito a vivir la fe con profundidad y ver todas la situaciones desde una clave evangélica. Es preciso un arrepentimiento verdadero de nuestras faltas, un mayor acercamiento a Dios, cumplir sus mandamientos, aceptar su voluntad y confiar en su benevolencia para que el virus desaparezca.

¿Qué es la fe para usted?

-.La fe cristiana es una pasión por  vivir y anunciar el mensaje de Jesús y una entrega por los demás. Es mantener la esperanza en medio de tanta incertidumbre. Es una confianza absoluta en la bondad y misericordia de Dios, es abandonarnos en sus divinas manos sabiendo que, ofreciéndonos a Él, lo que suceda en nuestras vidas será siempre lo necesario para el alma.

-.Estamos en una situación de crisis política, económica y espiritual, contemplar esta realidad produce angustia y miedo a una sociedad sin Dios. Con Dios, con fe, podemos aceptar sin angustia, sin miedo y con esperanza estos difíciles momentos.

¿Cómo la vive usted?

-.Nuestra vida consagrada y contemplativa nos permite mirarla más luminosamente en la confianza en Dios. Intento trabajar desde el Amor, con benevolencia, entregándome a los demás, escuchando sus angustias, enfermedades y ayudando en lo que pueda.

¿Qué mensaje de esperanza recibe de la Cruz de Cristo?

-.Vivimos constantemente entre la luz y la oscuridad, esto nos conduce a vivir mejor buscando el Rostro de Dios y del hombre de hoy que sufre y sigue gritando al Cielo pidiendo su misericordia.

-.Desde esta vida de oración y fraternidad  caminamos con la cruz, con todo el dolor humano como nos enseña la vida de Santo Domingo de Guzmán  en la bondad y compasión.

¿Qué sentido tiene el sufrimiento?

-.Las penalidades que podemos sufrir en esta vida, son redentoras y nos da una vida nueva. Sirve de purificación y nos hace ser mejor persona. Nos unifica en la pasión de dolor del género humano, nos hace profundizar en ese misterio de nosotros mismos. En la cruz hemos conocido el amor:" En que Él dio su vida por nosotros" (1 Jn 1,13).

La cruz, vivida como entrega a Dios para compensar el mal existente en el mundo, alcanza una dimensión espiritual y material que logra subsanar las consecuencias que el mal produce.

La vida contemplativa y de oración es imprescindible para ayudar a la humanidad a alcanzar la paz y el bienes necesarios.

                                                               


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