martes, 24 de marzo de 2020

Muere un sacerdote de 72 años al ceder su respirador a otro paciente más joven

El sacerdote italiano Giuseppe Berardelli ha muerto a los 72 años afectado por el virus después de ceder el respirador que su comunidad parroquial había comprado exclusivamente para él a un joven que ni siquiera conocía. Un ejemplo más de la heroicidad de los sacerdotes italianos ante el coronavirus, que ya ha segado la vida de casi 60 presbíteros en toda Italia.

Precisamente, el Papa ha rezado por todos ellos, y también por el personal sanitario fallecido en la lucha contra la pandemia, durante la Misa celebrada esta mañana en Santa Marta.

«He oído que algunos médicos y sacerdotes han fallecido en los últimos días. No sé si hay enfermeras, pero seguro están infectadas, porque estaban al servicio de los enfermos. Oramos por ellos, por sus familias. Doy gracias a Dios por el ejemplo de heroicidad que nos brindan al tratar a los enfermos», dijo Francisco durante la homilía.

Pecado de la pereza

Además, el Santo Padre ha reflexionado sobre el pecado de la pereza a partir del pasaje evangélico del estanque de Betzatà en el que se cuenta la historia del enfermo que llevaba 38 años esperando a ser curado pero que tampoco hacía nada para ello.

«Me hace pensar en muchos de nosotros, en muchos cristianos que viven en este estado de pereza, incapaces de hacer otra cosa que quejarse de todo. Y la pereza es un veneno, es una niebla que rodea el alma y no la hace vivir. Y también es una droga porque, si la pruebas a menudo, te gusta. Y terminas como un adicto triste, un adicto perezoso», ha criticado.

«Si alguno de nosotros tiene el peligro de resbalar en este pecado» no hay que olvidar «que el diablo puede usarlo para aniquilar nuestra vida espiritual y también nuestra vida como personas».

El Pontífice concluyó la celebración con adoración y bendición eucarística, invitando a hacer la comunión espiritual. Esta fue la oración recitada por el Papa: «Mi Jesús, creo que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento del altar. Te amo sobre todo y te deseo en mi alma. Como no puedo recibirte sacramentalmente ahora, al menos espiritualmente ven a mi corazón. Como ya vengo, te abrazo y me uno a todo. No dejes que nunca me separe de ti».

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