viernes, 26 de junio de 2020

E l Amor no tiene envidia

   En el amor cristiano no hay lugar para sentir malestar por el bien del otro (zeloi).  La tristeza por el bien ajeno, es expulsada por la Ágape, que se interesa por la felicidad de los otros, cuyas vidas no son una amenaza para el que ama. Al contrario, el Amor tiene una sentida valoración de cada ser humano, y respeta su espacio, sin asfixiar con descalificaciones.

El amor no presume
   No busca la gloria de los hombres, porque sabe que está vacía. No sigue la lógica del dominio y la competición, propia de la mundanidad. No  pretende ser el centro, ni se agranda ante los demás, sino que sigue la lógica de ser el servidor de todos, y actuar en lo secreto, donde los ojos de Dios miran, porque esa mirada es lo que da peso a las acciones del hombre.

El amor no es indecoroso
Literalmente el himno dice: "No traspasa el decoro", refiriéndose a ser educado, respetando las normas, y siguiendo un comportamiento que ofrece respeto al otro, como un ser propiedad de Dios, del cual no puedo disponer a mi antojo.
El Amor no es egoísta
   Este Amor conduce a vivir descentrado de los propios intereses, y atento a los intereses de los demás, dando gratis y hasta el final. Así, la existencia se convierte en un camino donde el corazón está reposado, lejos del agotamiento al que conduce la egolatría.
El Amor no lleva cuentas del mal
   No calcula, ni hace juicios de valor. No anota el mal, imaginando más y más malas intenciones. No lleva cuentas de desprecios y descalificaciones, y así pone fin  a la espiral del rencor. Esto es posible en quien ha experimentado el Amor incondicional de Dios, lo posee como un tesoro y lo ofrece gratuitamente.

El Amor goza con la verdad
   Este Amor habita en quien ha renunciado a la mentira, y alimenta su capacidad de gozar con los otros, por los otros, y para los otros, sin fingimientos ni egoísmos.
   En síntesis podemos decir que la Ágape es el distintivo de la comunidad pascual, y del discípulo de Jesús, es lo que da sentido a la historia, y la luz, que da belleza a la existencia. Aunque todo a nuestro alrededor caiga. Aunque todo a nuestro alrededor caiga, el Amor no se derrumbará jamás. Es la plenitud de la vida de la comunidad, la adultez del creyente, y el rostro de Dios, manifestado en la revelación de Cristo crucificado.

   Merece la pena vivir para este Amor excelente, y celebrar en nuestras vidas, y comunidades, la inmensa gracia de conocer y habitar en esta casa del Amor cristiano.

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