jueves, 10 de agosto de 2017

EL REGALO DE NUESTRA UNIÓN (Foto Muñoz)

 ¿Dónde encontraremos palabras para expresar la felicidad de un matrimonio que la Iglesia une, la oblación divina confirma, la bendición consagra, los ángeles lo registran y el Padre lo ratifica?...,¡Qué dulce es el yugo que une a dos fieles en una misma esperanza, en una misma ley, en un mismo servicio!  Los dos son hermanos, los dos sirven al mismo Señor, no hay entre ellos ninguna desavenencia ni de la carne ni de espíritu. Son verdaderamente dos en una misma carne; y donde la carne es una, el espíritu es uno.   

Ruegan juntos, adoran juntos, ayunan juntos, se enseñan el uno al otro, se animan el uno al otro, se soportan mutuamente.  Son iguales en la Iglesia, iguales en el festín de Dios.  Comparten igual las penas, las persecuciones y las consolaciones. No tienen secretos el uno para el otro; nunca rehuyen la compañía mutua; jamás se causan tristeza el uno al otro…..Cantan juntos los salmos e himnos.  En lo único en que rivalizan entre sí es en ver quién de los dos cantará mejor.   Cristo se regocija viendo y oyendo a una familia así, y le envía su paz.   Donde están ellos, allí está también Él presente, y
Donde está Él, el maligno no puede entrar 

 (Tertuliano, “ A su esposa”)

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