sábado, 1 de noviembre de 2025

Todos los Santos

Primera Lectura

Lectura del libro del Apocalipsis (7,2-4.9-14):

Yo, Juan, vi a otro Ángel que subía del Oriente y tenía el sello de Dios vivo; y gritó con fuerte voz a los cuatro Ángeles a quienes había encomendado causar daño a la tierra y al mar: «No causéis daño ni a la tierra ni al mar ni a los árboles, hasta que marquemos con el sello la frente de los siervos de nuestro Dios.»

Y oí el número de los marcados con el sello: ciento cuarenta y cuatro mil sellados, de todas las tribus de los hijos de Israel. Después miré y había una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y el Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos.

Y gritan con fuerte voz: «La salvación es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero.»

Y todos los Ángeles que estaban en pie alrededor del trono de los Ancianos y de los cuatro Vivientes, se postraron delante del trono, rostro en tierra, y adoraron a Dios diciendo: «Amén, alabanza, gloria, sabiduría, acción de gracias, honor, poder y fuerza, a nuestro Dios por los siglos de los siglos, amén.»

Uno de los Ancianos tomó la palabra y me dijo: «Esos que están vestidos con vestiduras blancas quiénes son y de dónde han venido?»

Yo le respondí: «Señor mío, tú lo sabrás.»

Me respondió: «Esos son los que vienen de la gran tribulación; han lavado sus vestiduras y las han blanqueado con la Sangre del Cordero.»

Palabra de Dios


Salmo 23,R/. Este es el grupo que viene a tu presencia, Señor


Segunda Lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Juan (3,1-3):

Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! El mundo no nos conoce porque no le conoció a él. Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él porque le veremos tal cual es. Todo el que tiene esta esperanza en él se purificará a sí mismo, como él es puro.

Palabra de Dios


Santo Evangelio según san Mateo (5,1-12):

Viendo la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros.»

Palabra del Señor


Compartimos:

Hoy los contrastes que presentan las liturgias no pueden ser menos sutiles. Llegan los que han lavado sus túnicas en sangre… ¡y las han blanqueado en la Sangre del Cordero! Son la cantidad innumerable que además es la perfección del 12 (las tribus de Israel) elevadas a la enésima potencia. Son los que vienen de la gran tribulación, es decir, que han sufrido lo indecible. Pero vienen triunfantes. En la segunda lectura se afirma esto: ¡Somos hijos de Dios! Somos unos pobres humanos pero tenemos la enorme dignidad de ser hijos.


Luego viene el Evangelio, donde los pobres son los rícos, los que lloran son los de la verdadera alegría, los perseguidos serán los libres.


Hoy celebramos la fiesta de Todos los Santos; toda esa extraña y paradójica multitud que nos habla de la identidad de Dios. Se nos dice mucho que todos los bautizados estamos llamados a la santidad, y quizá nos imaginemos como estatuas de más o menos calidad artística a las que venerar. Hoy se nos explica con una difícil claridad lo que de verdad es ser santos: aceptar una y otra vez el perdón y la reconciliación que solamente nos puede alcanzar la sangre de Cristo. Son los que pasan por las tribulaciones cotidianas con parecida entereza, paz y heroicidad como los que sufren los mayores tormentos por amor de Dios. Son los que mantienen su dignidad y defienden la de los demás como hijos de Dios. Son los que han descubierto la enorme riqueza de Dios Padre por la que pueden estar desprendidos de todo con la más absoluta confianza; son los que reconocen que la su fuerza viene de la alegría inacabable de Dios. Los mansos que, como coherederos con Cristo, heredarán la tierra. Son los amigos fuertes de Dios, herederos del Reino. Y son una enorme, universal y perfecta multitud entre la que esperamos contarnos.

viernes, 31 de octubre de 2025

Viernes de la XXX Semana del Tiempo Ordinario

Primera Lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (9,1-5):

Digo la verdad en Cristo; mi conciencia, iluminada por el Espíritu Santo, me asegura que no miento. Siento una gran pena y un dolor incesante en mi corazón, pues por el bien de mis hermanos, los de mi raza según la carne, quisiera incluso ser un proscrito lejos de Cristo. Ellos descienden de Israel, fueron adoptados como hijos, tienen la presencia de Dios, la alianza, la ley, el culto y las promesas. Suyos son los patriarcas, de quienes, según la carne, nació el Mesías, el que está por encima de todo: Dios bendito por los siglos. Amén.

Palabra de Dios


Salmo 147,R/. Glorifica al Señor, Jerusalén


Santo Evangelio según san Lucas (14,1-6):

Un sábado, entró Jesús en casa de uno de los principales fariseos para comer, y ellos le estaban espiando.

Se encontró delante un hombre enfermo de hidropesía y, dirigiéndose a los maestros de la Ley y fariseos, preguntó: «¿Es lícito curar los sábados, o no?»

Ellos se quedaron callados. Jesús, tocando al enfermo, lo curó y lo despidió.

Y a ellos les dijo: «Si a uno de vosotros se le cae al pozo el hijo o el buey, ¿no lo saca en seguida, aunque sea sábado?»

Y se quedaron sin respuesta.

Palabra del Señor


Compartimos:

En la psicología moderna a menudo se dan recomendaciones contra el burnout, la protección de espacios personales, el “quererse y perdonarse a sí mismo” . Por supuesto hay sabiduría en estos límites, y la prudencia y el cuidado personal con necesarios, saludables y recomendables. Pero a veces todo esto parece estar en el polo opuesto del aparentemente extremista y fanático deseo de Pablo de hacerse todo para todos. Lleva esta pasión al extremo de aceptar que fuera él mismo quien se tuviera que separar de Cristo si eso salvara a otro. (No hay mayor amor que dar la vida…) En otros lugares dice: Yo me gastaré y me desgastaré…  Esto es el desprendimiento y la abnegación que no acepta medias tintas: o todo o nada.


Parece que, en la lógica de la Escritura, el bien de los demás está por encima de toda otra consideración. El Evangelio de hoy nos presenta otro extremo: hay, incluso que saltarse normas si fuera para el beneficio de alguien. El bien mayor siempre está en el otro, pase lo que pase. Esto podría llevar en cierto modo a una casuística peligrosa, y bastante común en una cultura de relativismo. Pero parece que el mensaje de Cristo no trata de eso, sino que más bien parece que habla de algo distinto: poner el bien de los demás antes que el propio; dar paso a otros aunque sea a costa del propio interés.


Hay que defenderse… hay que exponerse por el bien de los demás. Seguramente la respuesta equilibrada a la vez que apasionada y extremista la podría dar el propio Pablo: recibid la armadura de Cristo (Efesios 6, 10)  (la Cruz para defenderse) para poder luchar contra el mal y entregarse totalmente para ser todo para todos al fin de alcanzar el bien mayor: ganar a algunos para Cristo.

jueves, 30 de octubre de 2025

Jueves de la XXX Semana del Tiempo Ordinario

Primera Lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (8,31b-39):

Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará todo con él? ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? ¿Dios, el que justifica? ¿Quién condenará? ¿Será acaso Cristo, que murió, más aún, resucitó y está a la derecha de Dios, y que intercede por nosotros? ¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo?: ¿la aflicción?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada?, como dice la Escritura: «Por tu causa nos degüellan cada día, nos tratan como a ovejas de matanza.» Pero en todo esto vencemos fácilmente por aquel que nos ha amado. Pues estoy convencido de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni criatura alguna podrá apartarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro.

Palabra de Dios


Salmo Responsorial  108,R/. Sálvame, Señor, por tu bondad


Santo Evangelio según san Lucas (13, 31-35):

En aquella ocasión, se acercaron unos fariseos a decirle: «Márchate de aquí, porque Herodes quiere matarte.»

Él contestó: «ld a decirle a ese zorro: «Hoy y mañana seguiré curando y echando demonios; pasado mañana llego a mi término.» Pero hoy y mañana y pasado tengo que caminar, porque no cabe que un profeta muera fuera de Jerusalén. ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que se te envían! ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como la clueca reúne a sus pollitos bajo las alas! Pero no habéis querido. Vuestra casa se os quedará vacía. Os digo que no me volveréis a ver hasta el día que exclaméis: «Bendito el que viene en nombre del Señor.»»

Palabra del Señor


Compartimos:

Cuando miramos al mundo, ( y a veces incluso a nuestra propia vida) es casi inevitable caer en el desaliento. ¿Hasta dónde puede llegar la corrupción? ¿Hasta dónde la violencia? ¿Cuándo se terminará una situación que parece insostenible? Sin embargo, Pablo insiste hoy: Si Dios con nosotros, ¿quién podrá estar contra nosotros? Pues parece que la respuesta, según los periódicos y lo que vemos alrededor es bastante obvia: ¡Muchísima gente! Persecuciones y verdaderos genocidios de cristianos en África, persecuciones más o menos veladas a la fe en nuestro propio entorno. ¿Quién contra nosotros? ¡Casi todo el mundo! Pero Pablo sigue: ni la persecución, ni la espada, ni el hambre, ni la guerra…. Nada nos podrá separar del amor de Dios en Cristo Jesús, nuestro Señor. Leer despacio todo el capítulo 8 de la carta a los Romanos va directamente en paralelo machacón con la machaconería de las malas noticias.


Ante dificultades difícilmente superables, los discípulos (como tantos de nosotros) sugieren la huída. Huir, o esconderse (o esconder la cabeza debajo del ala), puede resultar más fácil a corto plazo, pero resulta en miedo rayando con el pánico, en bolas de nieve de mentiras, en negación de lo evidente, en pavor.


Las palabras de los discípulos: “Vete, porque Herodes quiere matarte” suenan casi como eco del sueño de José en los relatos de infancia y la huida a Egipto. En el comienzo del Evangelio, se trata de salvar la misión del Hijo. Ahora, se trata de realizarla. Jesús no huye porque sabe que es el Cristo, el Ungido, el bendito que viene en nombre del Señor. Él seguirá caminando hacia Jerusalén porque sabe que nada lo puede separar del amor de Dios, que es su propia sustancia, porque el Padre y Él son uno. Así nosotros, los discípulos: nada ni nadie nos puede separar de ese amor. Por muy difícil que parezca creerlo. La opción de la huida no es en realidad viable para nosotros, porque nos metería en otras esclavitudes incluso más dolorosas. La única opción es creer… ¿quién, verdaderamente, contra nosotros?

miércoles, 29 de octubre de 2025

AUDIENCIA GENERAL DEL PAPA LEÓN XIV

Plaza de San Pedro

Catequesis con motivo del 60.º aniversario de la Declaración conciliar Nostra aetate


¡Queridos hermanos y hermanas, peregrinos en la fe y representantes de las diversas tradiciones religiosas! ¡Buenos días, bienvenidos!


En el centro de la reflexión de hoy, en esta Audiencia general dedicada al diálogo interreligioso, deseo colocar las palabras del Señor Jesús a la mujer samaritana: «Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad» (Jn 4,24). En el Evangelio, este encuentro revela la esencia del auténtico diálogo religioso: un intercambio que se establece cuando las personas se abren unas a otras con sinceridad, escucha atenta y enriquecimiento mutuo. Es un diálogo nacido de la sed: la sed de Dios por el corazón humano y la sed humana de Dios. En el pozo de Sicar, Jesús supera las barreras de la cultura, el género y la religión. Invita a la mujer samaritana a una nueva comprensión del culto, que no se limita a un lugar concreto —«ni en este monte ni en Jerusalén»—, sino que se realiza en Espíritu y en verdad. Este momento capta la esencia misma del diálogo interreligioso: el descubrimiento de la presencia de Dios más allá de toda frontera y la invitación a buscarlo juntos con reverencia y humildad.


Hace sesenta años, el 28 de octubre de 1965, el Concilio Vaticano II, con la promulgación de la Declaración Nostra aetate, abrió un nuevo horizonte de encuentro, respeto y hospitalidad espiritual. Este luminoso documento nos enseña a tratar a los seguidores de otras religiones no como extraños, sino como compañeros de viaje en el camino hacia la verdad; a honrar las diferencias afirmando nuestra humanidad común; y a discernir, en toda búsqueda religiosa sincera, un reflejo del único Misterio divino que abarca toda la creación.


No hay que olvidar que la primera orientación de Nostra aetate fue hacia el mundo judío, con el que San Juan XXIII quiso refundar la relación original. Por primera vez en la historia de la Iglesia, debía tomar forma un tratado doctrinal sobre las raíces judías del cristianismo, que representara un punto de no retorno en el plano bíblico y teológico. «El pueblo del Nuevo Testamento está espiritualmente vinculado con la estirpe de Abraham. La Iglesia de Cristo reconoce, en efecto, que los orígenes de su fe y de su elección se encuentran ya, según el misterio divino de la salvación, en los patriarcas, en Moisés y en los profetas» (NA, 4). Así, la Iglesia, «consciente del patrimonio que tiene en común con los judíos, y movida no por motivos políticos, sino por la caridad religiosa evangélica, deplora los odios, las persecuciones y todas las manifestaciones de antisemitismo de cualquier tiempo y persona contra los judíos» (ibíd.). Desde entonces, todos mis predecesores han condenado el antisemitismo con palabras claras. También yo confirmo que la Iglesia no tolera el antisemitismo y lo combate, en razón del Evangelio mismo.


Hoy podemos mirar con gratitud todo lo que se ha logrado en el diálogo judeo-católico en estas seis décadas. Esto no se debe solo al esfuerzo humano, sino a la asistencia de nuestro Dios que, según la convicción cristiana, es en sí mismo diálogo. No podemos negar que en este período también ha habido malentendidos, dificultades y conflictos, pero estos nunca han impedido la continuación del diálogo. Tampoco hoy debemos permitir que las circunstancias políticas y las injusticias de algunos nos alejen de la amistad, sobre todo porque hasta ahora hemos logrado mucho.


El espíritu de Nostra aetate sigue iluminando el camino de la Iglesia. Esta reconoce que todas las religiones pueden reflejar «un destello de aquella Verdad que ilumina a todos los hombres» (n. 2) y buscan respuestas a los grandes misterios de la existencia humana, por lo que el diálogo debe ser no solo intelectual, sino profundamente espiritual. La Declaración invita a todos los católicos —obispos, clero, personas consagradas y fieles laicos— a participar sinceramente en el diálogo y la colaboración con los seguidores de otras religiones, reconociendo y promoviendo todo lo que es bueno, verdadero y santo en sus tradiciones (cf. ibíd.). Esto es necesario hoy en día prácticamente en todas las ciudades del mundo donde, debido a la movilidad humana, nuestras diversidades espirituales y de pertenencia están llamadas a encontrarse y a convivir fraternalmente. Nostra aetate nos recuerda que el verdadero diálogo tiene sus raíces en el amor, único fundamento de la paz, la justicia y la reconciliación, al tiempo que rechaza con firmeza toda forma de discriminación o persecución, afirmando la igual dignidad de todo ser humano (cf. NA, 5).


Por lo tanto, queridos hermanos y hermanas, sesenta años después de Nostra Aetate, podemos preguntarnos: ¿qué podemos hacer juntos? La respuesta es sencilla: actuar juntos. Más que nunca, nuestro mundo necesita nuestra unidad, nuestra amistad y nuestra colaboración. Cada una de nuestras religiones puede contribuir a aliviar el sufrimiento humano y a cuidar de nuestra casa común, nuestro planeta Tierra. Nuestras respectivas tradiciones enseñan la verdad, la compasión, la reconciliación, la justicia y la paz. Deben reafirmar el servicio a la humanidad, en todo momento. Juntos, debemos estar atentos al abuso del nombre de Dios, de la religión y del diálogo mismo, así como a los peligros que representan el fundamentalismo religioso y el extremismo. También debemos abordar el desarrollo responsable de la inteligencia artificial, ya que, si se concibe como una alternativa al ser humano, puede violar gravemente su dignidad infinita y neutralizar sus responsabilidades fundamentales. Nuestras tradiciones tienen una inmensa contribución que aportar a la humanización de la tecnología y, por lo tanto, a inspirar su regulación, en defensa de los derechos humanos fundamentales.


Como todos sabemos, nuestras religiones enseñan que la paz comienza en el corazón del ser humano. En este sentido, la religión puede desempeñar un papel fundamental. Debemos devolver la esperanza a nuestras vidas personales, a nuestras familias, a nuestros barrios, a nuestras escuelas, a nuestros pueblos, a nuestros países y a nuestro mundo. Esta esperanza se basa en nuestras convicciones religiosas, en la convicción de que un mundo nuevo es posible.


Hace sesenta años, Nostra aetate trajo esperanza al mundo que salía de la Segunda Guerra Mundial. Hoy estamos llamados a refundar esa esperanza en nuestro mundo devastado por la guerra y en nuestro entorno natural degradado. Colaboremos, porque si estamos unidos todo es posible. Hagamos que nada nos divida. Y con este espíritu, deseo expresar una vez más mi gratitud por su presencia y su amistad. Transmitamos este espíritu de amistad y colaboración también a la generación futura, porque es el verdadero pilar del diálogo.


Y ahora, detengámonos un momento en oración silenciosa: la oración tiene el poder de transformar nuestras actitudes, nuestros pensamientos, nuestras palabras y nuestras acciones.


Saludos


Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Roguemos al Señor para que todas las tradiciones religiosas puedan contribuir a aliviar el sufrimiento humano y a cuidar de la creación. Sabemos que la oración tiene el poder de transformar nuestras actitudes, nuestros pensamientos, nuestras palabras y nuestras acciones. Que Dios los bendiga.


Llamamiento


En estos días, el huracán «Melissa», una tormenta de potencia catastrófica, ha azotado Jamaica, provocando violentas inundaciones y, en estas horas, con la misma fuerza devastadora, está atravesando Cuba. Hay miles de personas desplazadas, y se han dañado casas, infraestructuras y varios hospitales. Les aseguro a todos mi cercanía, rezando por quienes han perdido la vida, por quienes están huyendo y por aquellas poblaciones que, a la espera de la evolución de la tormenta, están viviendo horas de ansiedad y preocupación. Animo a las autoridades civiles a hacer todo lo posible y agradezco a las comunidades cristianas, junto con las organizaciones de voluntariado, la ayuda que están prestando.


Resumen leído por el Santo Padre en españo


Queridos hermanos y hermanas, peregrinos en la fe y representantes de las diversas tradiciones religiosas:


Nuestra reflexión está dedicada al diálogo interreligioso cuyo centro es el diálogo del Señor Jesús con la mujer samaritana: «Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad».  


La esencia del auténtico diálogo interreligioso son las personas que se abren y escuchan recíprocamente con sinceridad. Este diálogo nace de la sed que tiene Dios del corazón humano y de la sed que la humanidad tiene de Dios. Es un diálogo no limitado a un lugar específico: «ni en esta montaña ni en Jerusalén» sino que se establece «en espíritu y en verdad».


La Declaración conciliar Nostra aetate ―de la cual celebramos el sesenta aniversario de su promulgación―, nos enseña a ver a los seguidores de otras religiones como compañeros en el camino hacia la verdad; a honrar las diferencias afirmando nuestra humanidad común.


Queridos hermanos y hermanas, sesenta años después de Nostra aetate, ¡actuémos juntos!. Transmitamos el espíritu de amistad y colaboración entre religiones a la generación futura, porque es el verdadero pilar del diálogo.

Miércoles de la XXX Semana del Tiempo Ordinario

Primera Lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (8,26-30):

El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad, porque nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables. Y el que escudriña los corazones sabe cuál es el deseo del Espíritu, y que su intercesión por los santos es según Dios. Sabemos también que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien: a los que ha llamado conforme a su designio. A los que había escogido, Dios los predestinó a ser imagen de su Hijo, para que él fuera el primogénito de muchos hermanos. A los que predestinó, los llamó; a los que llamó, los justificó; a los que justificó, los glorificó.

Palabra de Dios


Salmo  12,R/. Yo confío, Señor, en tu misericordia


Santo Evangelio según san Lucas (13,22-30):

En aquel tiempo, Jesús, de camino hacia Jerusalén, recorría ciudades y aldeas enseñando.

Uno le preguntó: «Señor, ¿serán pocos los que se salven?»

Jesús les dijo: «Esforzaos en entrar por la puerta estrecha. Os digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta, diciendo: «Señor, ábrenos»; y él os replicará: «No sé quiénes sois.» Entonces comenzaréis a decir: «Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas.» Pero él os replicará: «No sé quiénes sois. Alejaos de mí, malvados.» Entonces será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, y vosotros os veáis echados fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios. Mirad: hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos.»

Palabra del Señor


Compartimos:

A veces los adolescentes, en su comprensible drama, afirman que los adultos les están arruinando la vida. Es el peor día de su “larguísima” vida. Pero no solo los adolescentes. A veces un dolor de cabeza nos puede parecer algo irremediable, del que ya nunca nos recuperaremos. Se oye a menudo a gente diciendo que tiene la “depre”. Eso es una banalización insultante de la verdadera depresión clínica, que no tiene nada que ver con la debilidad anímica de una persona. Y, en cierto modo, es muy poco cristiana. Se entiende en los adolescentes, pero no en cristianos ya formados.


Porque hoy se nos afirma que, por muy imposible que parezca, todo es para el bien (de los que aman a Dios). Es decir, todo es para el bien de aquellos que aprovechan todos los momentos de la vida, buenos y malos, para dar gracias (siempre y en todo lugar) y ofrecérselos a Dios. Es lo que se dice en todos los Prefacios. Dar gracias siempre y en todo lugar (Eucaristía) es lo que nos salva.


El que todo sea para el bien puede ser difícil de creer si no se tiene la experiencia de los muchos casos en que esto ha sido verdad. Los momentos cuando entrar por la puerta estrecha, vivir momentos difíciles, enfrentrarse a la enfermedad y la muerte con fortaleza y paz han provocado solidaridad, han demostrado el consuelo y la unión de la familia, nos han hecho mejores personas. Entrar por la puerta estrecha de la dificultad y el dolor a menudo ha abierto a un campo inmenso de gracia y posibilidad. Esta experiencia de la gracia de Dios, a veces tan inescrutable, es, sin embargo, indispensable para le vida cristiana. En el Reino del ya, pero todavía no, esto implica una confianza real. En la escatología del futuro entra en el Credo que afirmamos todos los días: La resurrección de la carne y la vida eterna.

martes, 28 de octubre de 2025

Santos Simón y Judas, apóstoles

Primera Lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios (2,19-22):

Ya no sois extranjeros ni forasteros, sino que sois ciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios. Estáis edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, y el mismo Cristo Jesús es la piedra angular. Por él todo el edificio queda ensamblado, y se va levantando hasta formar un templo consagrado al Señor. Por él también vosotros os vais integrando en la construcción, para ser morada de Dios, por el Espíritu.

Palabra de Dios


Salmo 18,R/. A toda la tierra alcanza su pregón


Santo Evangelio según san Lucas (6,12-19):

En aquel tiempo, subió Jesús a la montaña a orar, y pasó la noche orando a Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, escogió a doce de ellos y los nombró apóstoles: Simón, al que puso de nombre Pedro, y Andrés, su hermano, Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago Alfeo, Simón, apodado el Celotes, Judas el de Santiago y Judas Iscariote, que fue el traidor. Bajó del monte con ellos y se paró en un llano, con un grupo grande de discípulos y de pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón. Venían a oírlo y a que los curara de sus enfermedades; los atormentados por espíritus inmundos quedaban curados, y la gente trataba de tocarlo, porque salía de él una fuerza que los curaba a todos.

Palabra del Señor


Compartimos:

El “ya” parece indicar que antes éramos extranjeros; que somos una especie de inmigrantes nacionalizados. Pero esto significa ir mucho más allá de una simple retórica de inmigración y de sus consecuencias para los países. Porque no se trata de ese tipo de inmigración y de papeles de nacionalidad. La adopción que se expresa aquí es fuertísima y no un papeleo legal. Porque es una especie de cambio de sustancia. No es ya que ya no somos extranjeros o advenedizos en una buena casa. Es que resulta que somos las piedras bien ensambladas de la propia casa. Es que somos familia de pleno derecho. Edificados piedra sobre piedra como la casa de Dios.


Como a los doce que son las nuevas tribus de Israel y los pilares de la Iglesia, también a nosotros se nos ha llamado por nuestro nombre: Simón, Judas,  Tadeo…  Ser llamado por el nombre no es solo una dignidad y un reconocimiento debido a cada persona: supone también un fuerte compromiso. Es la propia llamada bautismal, que supone el compromiso a la misión de Dios, a luchar y trabajar para que no haya extranjeros sino más piedras de este enorme y suntuoso edificio que es el Templo de Dios. Los padres inscriben a sus hijos recién nacidos y les dan un nombre y un apellido. Eso es ser edificado, edificar, significa estar ensamblado con otros, a veces sosteniendo desde lo más inferior, y otras sirviendo como minaretes. Parte de una misma familia y llamados por nuestro nombre. Pero un solo nombre no sirve. Tiene que ir acompañado del apellido de familia; el apellido que compartimos con hermanos, primos, miembros de la misma casa. Así tampoco una piedra sola no sirve para nada. Los ladrillos tienen que estar bien ensamblados para hacer un magnífico edificio que es la casa de Dios. Nadie se salva fuera de la familia, fuera de la casa de Dios. Es necesario tener un nombre; ser piedra.


Nunca nos quedaremos fuera de la casa, porque somos la propia casa.

lunes, 27 de octubre de 2025

Lunes de la XXX Semana del Tiempo Ordinario

Primera Lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (8,12-17):

Estamos en deuda, pero no con la carne para vivir carnalmente. Pues si vivís según la carne, vais a la muerte; pero si con el Espíritu dais muerte a las obras del cuerpo, viviréis. Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, ésos son hijos de Dios. Habéis recibido, no un espíritu de esclavitud, para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace gritar: «¡Abba!» (Padre). Ese Espíritu y nuestro espíritu dan un testimonio concorde: que somos hijos de Dios; y, si somos hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, ya que sufrimos con él para ser también con él glorificados.

Palabra de Dios


Salmo 67,R/. Nuestro Dios es un Dios que salva


Santo Evangelio según san Lucas (13,10-17):

Un sábado, enseñaba Jesús en una sinagoga. Había una mujer que desde hacía dieciocho años estaba enferma por causa de un espíritu, y andaba encorvada, sin poderse enderezar.

Al verla, Jesús la llamó y le dijo: «Mujer, quedas libre de tu enfermedad.» Le impuso las manos, y en seguida se puso derecha. Y glorificaba a Dios.

Pero el jefe de la sinagoga, indignado porque Jesús había curado en sábado, dijo a la gente: «Seis días tenéis para trabajar; venid esos días a que os curen, y no los sábados.»

Pero el Señor, dirigiéndose a él, dijo: «Hipócritas: cualquiera de vosotros, ¿no desata del pesebre al buey o al burro y lo lleva a abrevar, aunque sea sábado? Y a ésta, que es hija de Abrahán, y que Satanás ha tenido atada dieciocho años, ¿no había que soltarla en sábado?»

A estas palabras, sus enemigos quedaron abochornados, y toda la gente se alegraba de los milagros que hacía.

Palabra del Señor


Compartimos:

De niños siempre nos decían que camináramos derechos y nos sentáramos derechos para no criar chepa… Hay un sentido que va mucho más allá de lo físico aquí. Caminar erguidos es como un signo de dignidad; ir con la cabeza alta porque no hay temor. Ir con la cabeza alta es dar razón de una buena familia y una buena educación. Es una seguridad. Y es hablar bien de la propia familia. No es un gesto de soberbia, sino de identidad. Sabernos hijos de Dios, coherederos con Cristo, nos da la capacidad de pisar fuerte; de no dejarnos atrapar por el temor, de sentirnos libres ante cualquier circunstancia de la vida.


Hoy la primera lectura enlaza con el pasaje del Evangelio por medio de la palabra libertad. La mujer del relato del Evangelio lleva años encadenada, cheposa y oprimida por su enfermedad. Como muchos de nosotros. Podemos llevar muchos, muchísimos años enredados en una mala costumbre, un mal genio; cheposos por una inseguridad y falta de autoestima malsanas, o por un sentido de culpabilidad que no ha sido capaz de reconciliarse por falta de confianza en la misericordia de Dios. La imposibilidad autoimpuesta de acudir al sacramento de la Reconciliación denota que no se cree que el Padre sea Padre; o que se considere el pecado tan propio que no se le puede presentar. En ambos casos, significa andar cheposos e inclinados ante un peso realmente innecesario.


El convencimiento de que somos hijos de Dios, coherederos, la fe en que no somos nosotros, sino el Dios que nos levanta y nos deja libres de nuestra enfermedad, nos hace caminar erguidos. Hay que evitar las chepas, porque son negación de nuestra identidad de hijos. Deja mal el nombre de la casa de Dios, y por lo tanto, son una injusticia que le hacemos al Dios que nos lo ha dado todo.


Somos un pueblo que camina; por el bautismo, un pueblo de reyes, sacerdotes y profetas; es decir, hijos de Dios, puentes para nuestros hermanos, anuncio alegre y valiente de Cristo. Somos el pueblo que camina hacia la liberación que prefiguraba el Éxodo y que cada día se repite y se recuerda en la procesión de la Comunión. El pueblo salvado y liberado.